Sin duda uno de los primeros vínculos que la comunidad de Guanta estableció con la modernidad, fue el descubrimiento de las minas de carbón y su posterior explotación a escala industrial, marcando la separación de las costumbres y modos de producción heredados de la cultura colonial y republicana para dedicarse desde entonces a la explotación de ese mineral.
Las minas de naricual: Explotación del Carbón
El descubrimiento de las minas de Naricual se debió a un acto fortuito, pues se produjo cuando un sirviente indígena comentó el parecido de las piedras que usaban en la ciudad de París, Francia, en casa de su patrón el general Hardinguy, para la calefacción de los hornos. Este general regresó a Venezuela en 1850 y se puso en contacto con los propietarios de las tierras, y ese mismo año se hicieron estudios que indicaron que el lugar era rico en carbón.
Inicialmente fue el general José Tadeo Monagas, presidente de la República de entonces, quien se posesionó de las tierras, tras comprar por 200 pesos todo el carbón de piedra que podía extraerse dentro de la posesión agrícola de Ursula Suárez, la principal propietaria hasta entonces de los terrenos de Naricual, logrando extraer hasta 100 toneladas del mineral.
Pero fue el inglés James Spencer la primera persona en considerar las posibilidades e infraestructura para la exportación del mineral, como una vía férrea y un puerto, para que fuera viable económicamente la explotación del mineral.
El 5 de octubre de 1871 obtuvo del ministerio de obras públicas las concesiones de explotación que luego quedaron anuladas porque, ni los trabajos del ferrocarril ni los del puerto proyectados por Spencer se iniciaron dentro de los veinte meses siguientes que estipulaba el contrato.
La sucesión Monagas contrató los servicios de un activo comerciante de la época apellidado Leseur para emprender la explotación de las minas. De sus gestiones con el general Antonio Guzmán Blanco en 1881 surgió un acuerdo, obteniendo el presidente amplio poder para la libre administración de las minas y la división en partes iguales de la propiedad entre él, la sucesión Monagas y J. R. Leseur.
El 30 de mayo de 1881 el francés J. R. Leseur celebró un contrato con el ministerio de fomento, que lo autorizaba a explotar las minas, construir muelles en el puerto de Guanta y poner a funcionar un ferrocarril para el transporte de mineral. Pero antes, el 16 de febrero de 1881, Teodoro Delort había recibido en traspaso un contrato donde el estado venezolano le cedía el derecho exclusivo de explotar todas las minas de carbón que existieran en Venezuela pertenecientes a la nación.
Como apoderado de la firma francesa Societé Civile de la Cóte Ferme, Delort suscribió el 20 de abril de 1882 con el ministerio de fomento otro convenio que lo autoriza a explotar Naricual y a construir el muelle y el ferrocarril, tal como lo estipulaba el contrato con Leseur.
El 27 de noviembre de 1885 Antonio Guzmán Blanco, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en las cortes de Europa, firmó en París un contrato adicional con Delort que le garantizaba a su empresa condiciones ventajosas y recursos para la ejecución de las obras.
Se recuerda que en el periódico La Palabra, de Barcelona, se anunciaba con entusiasmo que el 23 de julio de 1886 se iniciarían los trabajos de las minas de Naricual tan pronto llegase el general Antonio Guzmán Blanco acompañado por el empresario Teodoro Delort. La Opinión Nacional, el órgano caraqueño del gobierno, mencionaba que con esta unión se iniciaba una época de regeneración de capital para Barcelona y entre otras cosas auguraba que “el comercio se levantará del infecundo abatimiento actual, bullirán las artes y oficios, los jornaleros trabajarán y verán recompensadas sus tareas y también la agricultura verá premiados sus esfuerzos.”
En diciembre de 1886 se habían ejecutado buena parte de las obras, pero fue la compañía inglesa The Guanta Railways Harbour & Coal Trust Company Limited la que terminó las obras del muelle de Guanta, la sede de la aduana y los tramos férreos Guanta – Barcelona y Barcelona – Naricual.
El Ferrocarril
En diciembre de 1890 el parque ferrocarrilero constaba de cuatro locomotoras, cuatro coches de primera clase, seis de segunda, dos mixtos, tres vagones cerrados y seis abiertos para mercancías, además de 85 vagones para transportar el carbón con capacidad para seis toneladas cada uno. Había una línea telegráfica, depósitos provisionales de agua para alimentar las máquinas, estaciones en Guanta y Barcelona y el taller de reparaciones.
La vía férrea Guanta – Barcelona constaba de 19,3 km sobre un valle plano y rodeado de colinas. Tenía 20 curvas y rieles de acero de 20 kilos por metro. El 15 de febrero de 1892 se abrió la obra al servicio público, contando con una elegante construcción de mampostería que era la estación para pasajeros, en la que estaban establecidas las oficinas del Telégrafo Nacional y la del teléfono de la compañía creado en 1877, además de la oficina para el capitán de puerto.
La línea férrea atravesaba en una distancia de 1,5 kilómetros los cocales de Guanta, pasaba la quebrada La Culebra por un puente de 12 metros y seguía en dirección oeste hasta Puerto la Cruz.
En la Actualidad
Del ferrocarril de 1892 quedan sólo vestigios como restos aún visibles de las vías férreas, túneles y voladeros. Los terrenos donde antes existió la línea del ferrocarril se encuentran en su mayor parte ocultos bajo o entre viviendas y urbanizaciones, una pena que y símbolo de modernismo se perdiera a lo largo de los años.
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